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Cuando juega Uruguay....
por Jorge Calvette

Cuando en el Estadio resonaban aún las sublimes estrofas de ese hermoso himno al fútbol uruguayo que es la canción de Jaime Roos que da lugar al título de nuestra nota, traté de repasar mentalmente lo que había visto.

El habitualmente frío publico uruguayo, aunque siempre fiel y seguidor como pocos, en la gélida tarde del domingo montevideano había saltado y cantado en las tribunas del atiborrado Monumento del Fútbol Mundial gracias a que un pequeño grupo de celestes , como pocas veces, lograron contagiar a la hinchada. Hubo momentos en que se escuchó algo casi inédito en estas tierras, el clásico "ole, ole" que se ve en otros estadios. Ocurre que por pasajes Uruguay jugó muy bien, como no lo había hecho en toda la Eliminatoria, quizá en instancias del partido ante el mismo Brasil en Maracaná y en parte del partido contra Chile en el Centenario. Pero jugar de esta manera, contagiando a la tribuna, por fuerza, ganas, entrega, pero también fútbol, no lo habíamos visto hasta ahora. Desde el segurisimo Carini hasta el notable Magallanes escribieron sobre el campo del Centenario que Uruguay podrá tener malas, buenas o regulares, pero ante Brasil, su eterno rival clásico, no importan las diferencias de estatura futbolística.

Es difícil explicar a quien no estuvo presente allí lo que la TV no muestra o no deja sentir. Es muy difícil decirles la sensación de pequeñez que se siente cuando explota el Centenario al momento que la primera camiseta color cielo asoma al verde gramado.

O ese nudo patriota de la garganta cuando se escucha el Himno Nacional entonado por aquel mar humano que puebla las tribunas. Son demasiadas emociones juntas en un rato...la música de Jaime Roos, las tribunas cantando,la celeste en la cancha. y enfrente, Brasil.
Cuando en el minuto 33 del primer tiempo el "Chino" Recoba arrancó desde el campo uruguayo con la pelota en su pié izquierdo, fue dejando un mar de camisetas "verde-amarelhas" estacionadas en su largo recorrido, y ya dentro del área, Cafú en su impotencia lo bajó desde atrás, tuve la sensación de que se partía el Estadio. La maravillosa obra del talento había sido consumada.

Esta vez, la inteligencia y la habilidad le habían ganado a la destrucción y al golpe artero. Esta vez, el fútbol, el juego, el arte, ese que amamos por sobre todas las cosas, habían triunfado. Como para demostrarnos a nosotros, los orientales, tan amigos de la garra y el temperamento, que el fútbol es un todo.

La conjunción de lo místico con lo real, la unión de la fuerza con la habilidad. La alegría de toda una nación pasó en ese momento por los pies de Magallanes, frío ejecutor de la sentencia desde el punto penal. Y no perdonó.

Ver a la Selección Uruguaya ganar no es un privilegio de todos los días y menos es verla jugar bien, pero ver a los celestes ganarle a Brasil en el Centenario, jugando por momentos muy bien y con 70.000 almas emocionadas por tanto esfuerzo y por momentos buen fútbol, es sublime.

Esas emociones y sentimientos que se trasmiten de generación en generación de uruguayos y que otrora fuera algo cotidiano, ayer la experimenté por primera vez. Y quizá, pensando en lo visto, tratando de poder explicarme porque una nación tan pequeña aún genera hechos deportivos y culturales significativos, aún en esta instancia ante un rival enormemente superior en todos los niveles, siempre llegaré a la conclusión de que Jaime Roos en su hermosa canción nos da con sus letra la razón que busco: esto solo ocurre.....cuando juega Uruguay.

jcalvette@surmedia.com
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